jueves, 21 de julio de 2022

La necesidad de la guerra pacificadora

[…] como se seguirán inventando instrumentos de guerra cada vez más perfeccionados y terroríficos, la guerra misma será imposible.
– Julio Verne (1828-1905)
 

En la segunda mitad del siglo XX surgió una teoría académica en las Ciencias Sociales que decía que la guerra y la violencia eran estados antinaturales de la humanidad y que, incluso, los pueblos no civilizados no-occidentales habían vivido en paz y en armonía con la Naturaleza. Es decir, si regresábamos a un estado pre-civilización, podríamos terminar con la guerra. Aunque sonaba bien, era una solución demasiado buena para ser cierta, y muy conveniente para los dilemas humanos que tenemos.

Actualmente, sin embargo, se tiene la suficiente evidencia de que la Edad de Piedra —donde las poblaciones humanas tenían un mayor contacto íntimo con la naturaleza— fue mucho más violenta que la Edad Media. Asimismo, se sabe que los mayas devastaron su entorno, todo para hacer sus construcciones y que lucharon contra otros pueblos como los demás. Y que, incluso, en las tribus aisladas que aún existen en el planeta no se encuentra por ningún lugar ese “jardín del Edén”, donde los humanos primordiales habrían de vivir en paz. Más bien, se observa una paradoja. Resulta que, tras cientos de guerras a nivel mundial, estadísticamente, tenemos una mayor esperanza y calidad de vida y, además, la guerra es vista como algo de lo peor que puede hacer una sociedad civilizada. 

Otro punto a destacar es que, se maneja una hipótesis de que la guerra desde que existe ha ido pacificando el mundo. ¿Marte era, también, sin querer, el dios de la paz? Bueno, la probabilidad de que te pasara algo terrible a manos de otra persona fueron disminuyendo con el tiempo. De hecho, en los primeros Imperios de la Antigüedad todavía menguaron más y que, cuando colapsaron, aumentó de nuevo dicha probabilidad. En otras palabras, el mundo hoy es más pacífico y tenemos formas de comprobarlo, o por lo menos de defender esa idea. Antes de la guerra propiamente dicha, los enfrentamientos entre tribus o grupos eran saqueos que buscaban robar todo lo posible, actos que, cuando lograban hacerse por sorpresa, siempre terminaban en aniquilaciones totales. Pues, el atacante de esos tiempos no podía arriesgarse a dejar a nadie vivo, por las posibles represalias; pero, que, sobre todo, no se beneficiaba de ninguna forma en dejar gente viva o chozas en pie. 

En un mundo con guerra, el que hacía la guerra se convertía en un “saqueador asentado” que concluía que sacaría mayor rentabilidad en dominar tierras y habitantes que produjesen alimentos y diversas riquezas (telas, joyas, especias, etc.). La conquista era la mejor forma de hacer la guerra, en vez de aniquilar a todos y prender fuego a las casas y cosechas. En pocas palabras, la «guerra productiva» era más beneficiosa. Esta tenía un funcionamiento relativamente sencillo: con un buen sistema de organización, recaudación de impuestos y un buen nivel de vida a sus súbditos, se podía mantener un ejército que defendiera las riquezas del señor dueño de las tierras y sus habitantes. Así, se podía defender de otros bandidos y de otros señores enemigos (conquistadores). 

Desde que la guerra empezó a ser más profesional, ya no era solo exterminar al contrario, sino más bien, apoderarse de sus recursos y personal para, administrándolas uno mismo, volverse más rico y sacar provecho. Realmente, de nada sirve una guerra si ha sido excesivamente costosa tanto en vidas como en recursos o tiempo.

De esta forma, las guerras evolucionaron al requerir mayor organización y, además, riqueza ya no solo en los ejércitos, sino también en los territorios por los que luchaban. Consecuentemente, el reino y sus vecinos debían generar mayores fortunas y/o formar alianzas para, así, luchar aventajados a sus enemigos. Sorprendentemente, el resultado era que disminuía la violencia y la propia guerra, la cual era “provechosa” gracias a esa carrera armamentística por el control de esas tierras tan lucrativas, fundamentales para la mejora de la civilización y la supervivencia de esta.

En el mundo antiguo se llegó a un peculiar efecto en el que, cuanto más se avanzaba en esa lucha por la supervivencia, más costosa era la guerra y, entonces, esta era menos rentable. Ciertamente, la guerra en la antigüedad se fue volviendo en algo horrible, engorroso y nada deseable para los reyes, ya que estos se vieron obligados a buscar estabilidad para sus pueblos, si no querían que estos se rebelasen.

Tras la Segunda Guerra Mundial, con las armas nucleares, tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética comprendieron que una nueva escalada de violencia sería tan costosa que, al final, no habría ganancia alguna. No obstante, ambos bandos siguieron desarrollando tecnologías que les asegurasen una posible victoria en el funesto caso de que hubiera una guerra. Es decir, que el mundo, a grandes rasgos, tuvo una cierta paz; pero, no porque los gobernantes habían abrazado la idea de la paz como la mejor, sino que no quedaba otra —la disuasión nuclear, entre otros factores, ayudó a ello.

Tras la caída de la URSS, aunque EEUU se volvió el mayor poder del mundo, la lógica no había cambiado: sigue siendo muy caro realizar guerras a gran escala. Es por ello que, ya solo quedan guerras regionales o entre estados vecinos.

En Europa, en general, se estuvo disfrutando de una época pacífica hasta no hace varios meses atrás. Se logró mediante un modelo pacífico, fundamentalmente económico, pero tranquilo. Porque, ya no es esa época donde la guerra preventiva era el único camino hacia la paz y supervivencia. Hasta unos meses atrás, esos sonaba bien. Habíamos llegado a un “punto muerto” en el que la guerra ya no volvería en la peor de sus formas. 

Desgraciadamente, en ciertas partes del mundo aún no se ha alcanzado esa etapa. Porque, todavía queda hueco para vivir y ver los horrores de la guerra, más allá de lo que nos pudiéramos imaginar. Aún existe la guerra productiva y varios gobernantes la ven como la solución mágica a sus problemas; a pesar de que ese tipo de guerra fue la que al final derribó los antiguos imperios. Una forma de mantenerse en el poder anacrónica, ruinosa, terrible e inhumana. Es hasta inimaginable que algunos solo vean, falsamente, esa perturbadora forma la única de generar riquezas, o con tal de mantenerse en el poder y no avanzar realmente hacia la paz.

Esperemos que, en un futro más inmediato que lejano, se alcance una verdadera paz, no por conquista o aniquilación del contrario, sino gracias al entendimiento, cooperación y el logro de objetivos provechosos comunes a todos.



Si quieres paz, prepárate para la guerra.
 Flavio Vegecio Renato (siglo IV d.C.)

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