Este hombre llevaba bastante tiempo en
el hospital psiquiátrico. Había sido declarado demente tras un juicio sobre
unos macabros asesinatos, de los cuales él era el principal sospechoso.
—¿Cómo te encuentras hoy? —le pregunté
mientras me sentaba.
—No puedo quejarme —contestó con
sarcasmo.
Esbocé una sonrisa.
—Me gustaría hacerte unas preguntas…
—¿Por qué estás aquí? —me interrumpió.
—Para ayudarte en tu recuperación
—respondí amablemente. Esperaba que hoy no le diera uno de sus ataques de
histeria. Ambos llevábamos vendas en los brazos del incidente de hace tres
días.
—Y, ¿si no quiero? —Se llevó las manos
a la cabeza, cerca de su fea cicatriz—. Y, ¿si yo era una mala persona antes de
llegar aquí? ¿No cree que es mejor
olvidar quién era y seguir adelante?
—Es una idea interesante—señalé.
—¿Sabe, mi querido doctor, que esta
noche los he vuelto a ver?
Guardé silencio. Quería que siguiera
hablando. Desvié la mirada al espejo, tras el cual se grababa nuestra
conversación.
—Pero, esta vez fue distinto
—continuó—. Antes se quedaban en un rincón, observándome. Anoche, se me
acercaron. Qué espanto.
Hizo una pausa. Tomó aire.
—Pude ver sus rostros desfigurados, sus
cuerpos mutilados, la sangre…
—Veo que empiezas a recordar…
—El horror que perpetramos —me
interrumpió bruscamente, dirigiéndome una mirada de odio.
—¿Qué? —pregunté sorprendido.
—¡Oh, vamos! —exclamó—. ¿Por qué crees
que nos hemos ocultado aquí durante todo este tiempo?
—¿Hemos?
—Mi querido doctor —respondió con una
amplia sonrisa—, los muertos me… nos han devuelto la memoria. ¡Tú y yo somos
uno!
Estupefacto,
me llevé la temblorosa mano a la cabeza. Toqué la fea cicatriz mientras soltaba
una carcajada al ver sólo mi reflejo en el espejo.
Nota: Con este texto participé en “II Concurso de relatos de terror del Centro Juvenil El Sitio de mi Recreo”. Lo publico aquí para que lo lea quien quiera.