En
estos tiempos que vivimos, especialmente con la crisis sanitaria mundial, mucha
gente se ha dedicado a llevar un diario o registro, a anotar y publicar en sus
blogs y redes sociales sus vivencias durante el estado de alarma. Las
personas lo han hecho tanto para dar a conocer a los demás en tiempo real lo
que les estaba pasando, como para que quedase constancia para las generaciones
venideras.
Cuando
los nietos de los que hoy hemos superado la pandemia nos pregunten cómo fue,
qué hicimos durante esos difÃciles momentos, podremos poner en nuestro regazo a
nuestros pequeños y les deleitaremos con las historias que vivimos con nuestras
propias palabras gracias a que, si nos fallase la memoria, las tendrÃamos
escritas.
Actualmente,
mucha gente, en particular los profesionales del periodismo y de ramas afines, debaten
de lo importante que esta u otra aplicación, o de si este o aquel programa es
mejor para su trabajo, o cuál es el software
que mejor les ayuda a llevar un registro eficiente de sus anotaciones y tenerlo
todo bien ordenado y guardado, para que sea accesible fácilmente la próxima vez
que lo necesiten. Sin embargo, no comparto del todo estas opiniones. De aquà en
10 años, ninguna de estas apps ni
programas informáticos ni aparatos electrónicos seguirán presentes, ya ni hablemos
dentro de 20 o 50 años.
PermÃtanme
hacerles las siguientes preguntas: ¿Dónde quedaron aquellos dispositivos que
nos permitÃan acceder y consultar los archivos almacenados en sistemas de
almacenamiento ya en desuso? ¿Qué ha sido de los cilindros de fonógrafo, las
bobinas magnéticas de los magnetófonos, las unidades Zip, los disquetes, los
LaserDisc, las cintas VHS y Betmax, entre otros? Muchos de los datos ahÃ
almacenados son hoy en dÃa terriblemente complicados de acceder, por no decir
que algunos sean ya irrecuperables. Por ejemplo, ¿recuerdan la última vez que
usaron un disquete o —algo más moderno— un CD en casa o en el trabajo para
escribir, leer o guardar información? Ahora tenemos todos nuestros documentos, trabajos,
fotografÃas, vÃdeos y demás archivos almacenados de forma electrónica, ya sea
en discos duros internos en el ordenador o externos, en memorias USB (pen drive), en tarjetas de memoria flash
(por ejemplo, las mini- y microSD), etc. Las ventajas de estos sistemas son
claras: presentan una gran capacidad de almacenamiento y son fáciles tanto a la
hora de usarlos como acceder a los archivos de interior. Una vez conectados al
ordenador o a un dispositivo móvil —smartphone
o tablet—, el acceso a la información
es instantáneo. Simplemente hay que o bien pulsar (click) en el icono del documento y
abrirlo o bien usar la app
correspondiente. Sin embargo, es ahà donde reside el problema: se requiere de
un software para poder acceder, leer
y editar los datos, aquellos que estaban en ese texto que contenÃa la información tan relevante que querÃas
publicar para que los demás también pudieran tener acceso a ella. Pero, sin la
aplicación adecuada, esto serÃa imposible.
La
historia de la informática y de los ordenadores nos ha demostrado que, aparte
de tener las infames copias de seguridad, hay que tener los datos en formato
fÃsico, es decir, en papel.
Efectivamente,
en papel. ¿Por qué? Pues, porque (a diferencia de las apps) del papel se ha demostrado su perdurabilidad a lo largo de
cientos de años, incluso en estados excelentes si las condiciones son las
adecuadas. Ahà siguen los libros de hace uno o más siglos en la Biblioteca
Nacional que todavÃa pueden consultarse.
Espero
que también les sirva como ejemplo más personal la experiencia de este humilde servidor,
que aún conserva cuadernos de su etapa escolar donde, con solo pasar las
páginas de los mismos, uno ya puede leer los apuntes escritos en el papel sin
dificultad alguna (salvando la dudosa y aceptable legibilidad de la caligrafÃa
de un niño). En cambio, los disquetes que aún conservo en algún cajón con los
trabajos escolares no puedo leerlos; los ordenadores ya no llevan disqueteras,
por no hablar que, la última que intenté leer uno en concreto en un viejo
ordenador, los datos estaban corrompidos —la información que hubiera
ahà dentro se habÃa perdido para siempre. Asà que, los escritos de mis viejos
cuadernos, incluso estando el papel amarillento y la tinta hubiera perdido
parte de su tono, pueden y podrán todavÃa ser leÃdos durante bastantes años.
En
consecuencia, si van a llevar un registro y/o lo han hecho durante estos
meses pasados sobre los hechos acaecidos, les aconsejarÃa que también los
tengan en papel, ya sea que lo impreso desde vuestra app favorita o incluso a escrito a mano. No podemos
permitirnos el lujo de almacenar una información en soportes efÃmeros cuando es
una parte crucial del Conocimiento Humano. Finalmente, en mi opinión, deberÃan
usar un buen papel si quieren preservar esta parte de la Historia, especialmente
si de verdad les importa salvaguardarla para las próximas
generaciones.
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