Desperté sobresaltado. Me
levanté de un salto de la cama. Fui a la ventana y corrí los cerrojos de los
postigos para abrirla. La habitación quedó iluminada por la luz solar.
Contemplé a las distantes montañas, que se elevaban por encima de las casas
blancas y los tejados rojizos. Aún había algo de niebla en los bosques de las
montañas.
Tomé una buena bocanada de
aire fresco mientras me inclinaba sobre el alféizar. Ya se empezaban a oír los
tambores, pronto pasaría por la calle principal el desfile de primavera. Me
volví, en dirección a la puerta de la habitación.