—¡Mírate, maldito seas! —gritó enfurecido—. Contempla en este espejo
en lo que te has convertido. ¡No! Ni se te ocurra agachar la cabeza ni
mucho menos cerrar los ojos. ¿Sabes el sufrimiento que has provocado?
Sí, lo sabes muy bien. Todo esto es por tu culpa. A esto hemos llegado.
Ya no me queda nada. Pero eso va a cambiar. Te lo aseguro. No volverás a
hacer daño a nadie más. Ella tenía razón. Si sólo la hubiera escuchado,
esto no habría pasado. Sin embargo, la ignoré como un necio, ¡por ti!
Ahora me arrepiento de ello, pero ya es tarde, mi viejo amigo. ¿Qué?
¿Ahora estás llorando? Pobre infeliz. Eso no te salvará. No pienso
perdonarte. Aunque, lo que sí que haré, será poner fin a tu sufrimiento.
Apuntó el cañón de la pistola hacia su sien. Echó un último vistazo a
su propio reflejo en el espejo. Las lágrimas le recorrían las mejillas.
Cerró los ojos.
—Gracias —dijo sonriente antes de desplomarse en el suelo.
Nota: Con
este texto participo en el concurso “Literatura
a mil”, patrocinado por Signo Editores & Hablando con letras.
El microrrelato
se encuentra disponible en la web del concurso para su votación. Para votar,
tenéis que acceder al siguiente enlace:
A continuación,
sólo tenéis que hacer clic en el corazón que hay al final del texto, sin
necesidad de que os registréis. Podéis reenviar el enlace a quien queráis sin
ningún problema. Muchas gracias por vuestra colaboración.
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