viernes, 3 de enero de 2014

Miedo a la hoja en blanco


El desierto nevado que se abre ante mí es desolador. El frío polar me atraviesa sin piedad. Su blancura daña mi cansada vista. Pero debo empezar mi camino o no aguantaré mucho más aquí, en este rincón, al borde del abismo.
Un paso, luego otro y, así, hasta avanzar un poco a cada rato. Sin embargo, mis primeros pensamientos están enredados, no consigo que mis ideas se ordenen. ¿Me quedaré aquí el resto de mi vida? ¿Al borde del precipicio? ¡Qué vergüenza más horrible!
Descansaré un rato, aún tengo tiempo de sobra. No creo que a nadie le importe mi demora. ¿Y a mí? ¿Estoy seguro que no me importa quedarme en esta esquina del mundo sin poder hacer nada?
Observándome me doy cuenta de algo. Mi mano tiembla a cada movimiento que intento dar. El brazo se tensa, no parece querer colaborar en la travesía. Me doy cuenta de que no me tiembla la mano por nervios o por el frío del blanco paraje, sino por miedo. Reflexiono el motivo de esta situación: ¡Miedo! ¿De qué tengo miedo?
De fracasar. Ésa es mi respuesta. Contundente y clara. Llego a la conclusión de que mi nulo avance es por temor al fallo y a la decepción. De no poder estar a la altura de mis expectativas. Es un golpe duro.
Me doy media vuelta. Mirar al vacío era mejor que enfrentarse con la blanca realidad. Ese páramo nevado se extiende ahora mucho más de lo que uno pueda imaginarse. Aunque quiero avanzar por él, no puedo. Mis huellas apenas se quedan marcadas en la nieve. Mis pensamientos se atascan en la mente. No puedo hacer que fluyan con claridad. ¿Qué es lo que puedo hacer? Ya que no hay una ruta fija que seguir por este blanco desierto, lo mejor será andar a ciegas, hasta que me tope con algo. Si he errado el camino, siempre se puede corregir. Es mejor esto ha quedarse parado sin hacer nada.
De repente, las ideas fluyen por mis manos como el agua por un río. El brazo se mueve ágilmente mientras plasmo mis pensamientos. Por fin he superado la primera línea de esta odiosa hoja en blanco.
Tras un buen rato he terminado mi proyecto. Lo que antes era un desierto en blanco, ahora es un jardín lleno de palabras y frases con vida propia.

Todos tenemos miedo a la hoja en blanco, a no saber qué poner al principio, a cómo comenzar. Pues nos aterra el rechazo a lo que los demás, opinen. Cada uno tiene sus particulares formas de enfrentarse a ello. Algunos lo abandonan sin ni siquiera intentarlo, otros (tras mucho esfuerzo y tiempo) lo consiguen. Sin embargo hay gente que tiene más facilidad y con sólo pensar un poco ya saben cómo empezar (el terminar bien o mal ya es otra historia).
Ciertamente, estar cara a cara con una hoja donde la nada es lo que ocupa el espacio provoca cierto pavor. En lugar de verlo como una oportunidad, algunos lo ven como un reto casi imposible de conquistar.
He aquí un gran error. Una hoja en blanco es una enorme de expresarse. Hay que cambiar la idea de que se tiene que llenar esa página cueste lo que cueste. Convertir el obstáculo en una gran ocasión es hacer más liviana la carga.
Además, tenemos el “miedo escénico”. Lo que uno escribe, otros lo leerán. Y, efectivamente, puede entrarle a uno pánico. El no saber si entenderán lo que quiero decir o por qué me expreso así, puede intimidar. Bien, no hay que pensar que lo leerá un gran público simultáneamente y estará ávido de despedazarte cual depredador. Pienso que es más fácil escribir para alguien en concreto (un familiar, un amigo, un conocido…). Cuando hay que compartir algo, se recurre a alguien de confianza, ¿verdad? Pues en el caso de la escritura sería algo similar.
Por otro lado, no hay que pretender lucirse (aunque sea nuestro propósito). Procurar hablar de lo que uno sabe es una estupenda idea. Intentar abarcar temas extraños suele complicar la tarea. No obstante, esto no quiere decir que no lo hagamos; más bien que si lo hacemos, que lo hagamos con conocimientos, que busquemos información para poder trabajar a gusto con nuestro escrito. Cuanto más se lee (en teoría) más puede uno escribir sobre diversos temas. Es importante tener una buena base y cultura que nos respalde.

Cabe destacar que, no debería asustar tanto la hoja en blanco, sino el no tenerla a mano cuando te surjan las ideas y poder anotarlas. O peor aún, no tener ideas. Esto es mucho más aterrador. Por suerte, siempre te viene alguna que otra idea a la cabeza, algún que otro pensamiento fluye por ahí. Es en ese momento cuando aprovechas, lo cazas y lo plasmas en esa hoja en blanco que tanto se temía al principio.

En conclusión, el miedo a la hoja en blanco es algo que a todos en alguna ocasión de nuestra vida (en mayor o menor frecuencia) nos ha pasado. No hay que preocuparse excesivamente. Siempre se consigue avanzar por ese desierto nevado, dejando tras de sí un paisaje plagado de tinta en el que reflejamos nuestras expresiones e ideas.
Cada año nos dan un cuaderno con 365 páginas en blanco. Cada día hay que escribir en una de ellas. Es una tarea que puede resultar agotadora en ocasiones. No hay que rendirse. Tenemos a nuestro alcance multitud de recursos, aprovechémoslos. Anímate a vivir esta nueva aventura que comienza cada año.

No hay comentarios:

Publicar un comentario