jueves, 5 de enero de 2012

Esperando un nuevo día

Antes, me costaba mucho levantarme por las mañanas. Siempre tenía que buscar una nueva razón por la que mereciese la pena despertarse. Por desgracia, la encontraba. No era personal. Pensaba en los demás, en qué harían si desapareciese. Veía que, tal vez, estarían mejor sin mí. El mundo que contemplaba era poco alentador. No merecía la pena seguir luchando. No estaba hecho para este mundo. Tenía dos opciones: quitarme de en medio u ocultar lo que sentía. De ser así, ¿sería bueno o malo? Depende del punto de vista. Pero yo lo veía todo oscuro, como si un manto de oscuridad me envolviese. Intentaba hacer ver a los demás que todo iba bien, pero no era así. Lo que hacía era proyectar sentimientos de preocupación hacia mis allegados. Ellos se preocupaban por mí. Pero, ¿por que lo hacían? ¿Cuáles eran sus motivos para querer animarme? Ellos tenían sus problemas propios y yo no hacía más que incordiarles con los míos. Aun así, seguían ahí, a mi lado. Me hicieron ver que no tenía porqué preocuparme. Las nubes negras de la tormenta de la desperación y la angustia se disiparon. Se apareció ante mí un cielo despejado y soleado. Por fin veía el camino con claridad. En él estaba la causa principal de mi nuevo y mejorado estado de ánimo. Encontré la felicidad en ella. Ahora, estaré deseoso de que llegue un nuevo día, para poder estar junto a ella.

Nota: Este texto lo escribí a principios de Diciembre de 2011. Sin embargo, hasta ahora no he podido publicarlo en mi blog.

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